EVANGELIO DEL DÍA

miércoles, 4 de agosto de 2010

"O woman, great is your faith!"

DAILY GOSPEL: 04/08/2010
«Lord, to whom shall we go? You have the words of eternal life.» John 6,68



Wednesday of the Eighteenth week in Ordinary Time


Book of Jeremiah 31:1-7.
At that time, says the LORD, I will be the God of all the tribes of Israel, and they shall be my people.
Thus says the LORD: The people that escaped the sword have found favor in the desert. As Israel comes forward to be given his rest,
the LORD appears to him from afar: With age-old love I have loved you; so I have kept my mercy toward you.
Again I will restore you, and you shall be rebuilt, O virgin Israel; Carrying your festive tambourines, you shall go forth dancing with the merrymakers.
Again you shall plant vineyards on the mountains of Samaria; those who plant them shall enjoy the fruits.
Yes, a day will come when the watchmen will call out on Mount Ephraim: "Rise up, let us go to Zion, to the LORD, our God."
For thus says the LORD: Shout with joy for Jacob, exult at the head of the nations; proclaim your praise and say: The LORD has delivered his people, the remnant of Israel.

Book of Jeremiah 31:10.11-12.13.
Hear the word of the LORD, O nations, proclaim it on distant coasts, and say: He who scattered Israel, now gathers them together, he guards them as a shepherd his flock.
The LORD shall ransom Jacob, he shall redeem him from the hand of his conqueror.
Shouting, they shall mount the heights of Zion, they shall come streaming to the LORD'S blessings: The grain, the wine, and the oil, the sheep and the oxen; They themselves shall be like watered gardens, never again shall they languish.
Then the virgins shall make merry and dance, and young men and old as well. I will turn their mourning into joy, I will console and gladden them after their sorrows.

Holy Gospel of Jesus Christ according to Saint Matthew 15:21-28.
Then Jesus went from that place and withdrew to the region of Tyre and Sidon.
And behold, a Canaanite woman of that district came and called out, "Have pity on me, Lord, Son of David! My daughter is tormented by a demon."
But he did not say a word in answer to her. His disciples came and asked him, "Send her away, for she keeps calling out after us."
He said in reply, "I was sent only to the lost sheep of the house of Israel."
But the woman came and did him homage, saying, "Lord, help me."
He said in reply, "It is not right to take the food of the children and throw it to the dogs."
She said, "Please, Lord, for even the dogs eat the scraps that fall from the table of their masters."
Then Jesus said to her in reply, "O woman, great is your faith! Let it be done for you as you wish." And her daughter was healed from that hour.
Mt 15,21-28
Commentary of the day 
John Tauler (c.1300-1361), Dominican at Strasbourg
Sermon 9
"O woman, great is your faith!"
«Have pity on me, Lord, son of David!» This is a cry for help of immense force..., a groan emerging as if from fathomless depths. It greatly surpasses our nature for it is the Holy Spirit himself who puts forth this groaning within us (Rom 8,26)... But Jesus says to her: "I was sent only to the lost sheep of the house of Israel." ... And what did she do, thus dismissed as she was?... She descended even more deeply into the abyss. Stooping down and humbling herself she continued to trust and said: "Please, Lord, for even the dogs eat the scraps that fall from the table of their masters."

       Ah! If only you, too, could manage to penetrate the depths of truth so truly, not through learned treatises, grandiose words or even with the senses, but within your own real depths. Neither God nor any creature would be able to tread you under foot or crush you if only you would remain in the truth, in trustful humility. People might affront, despise or rebuff you but you would stand firm in your perseverance, pushing down even deeper still, filled with complete confidence, and would increase in persistence even more. Everything depends on this and whoever reaches this point will succeed. These paths, and these alone, are what truly lead to God without any stopping places in between. Yet there are few who remain in this great humility in this way, with the perseverance and whole and entire confidence like this woman. 


Wednesday, 04 August 2010

St. John Mary Vianney, Priest (1786-1859) - Memorial



SAINT JOHN MARY VIANNEY
Priest
(1786-1859)
        St. John Mary Vianney was born in 1786, near Lyons in France. He was not quick at study and had great difficulty in being accepted for ordination.
        He was sent to the parish of Ars, which he transformed by his preaching, his personal mortification, his life of prayer and charity for all, and particularly by his fame as a confessor. People came to him for spiritual help from all over the world.
        He died in 1859.
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Father of mercy,you made Saint John Vianney
outstanding
in his priestly zeal and concern for your people.
By his example and prayers,
enable us to win our brothers and sisters
to the love of Christ
and come with them to eternal glory.


The Weekday Missal (1975)

«Mujer, qué grande es tu fe»

EVANGELIO DEL DÍA: 04/08/2010

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68



Miércoles de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario


Libro de Jeremías 31,1-7.
En aquel tiempo -oráculo del Señor- yo seré el Dios de todas las familias de Israel y ellos serán mi Pueblo.
Así habla el Señor: Halló gracia en el desierto el pueblo que escapó de la espada; Israel camina hacia su descanso.
De lejos se le apareció el Señor: Yo te amé con un amor eterno, por eso te atraje con fidelidad.
De nuevo te edificaré y serás reedificada, virgen de Israel; de nuevo te adornarás con tus tamboriles y saldrás danzando alegremente;
de nuevo plantarás viñas sobre los montes de Samaría: los que las planten tendrán los primeros frutos.
Porque llega el día en que los vigías gritarán sobre la montaña de Efraím: "¡De pie, subamos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios!".
Porque así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: "¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!".

Libro de Jeremías 31,10.11-12.13.
¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor, anúncienla en las costas más lejanas! Digan: "El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo cuidará como un pastor a su rebaño".
Porque el Señor ha rescatado a Jacob, lo redimió de una mano más fuerte que él.
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor, hacia el trigo, el vino nuevo y el aceite, hacia las crías de ovejas y de vacas. Sus almas serán como un jardín bien regado y no volverán a desfallecer.
Entonces la joven danzará alegremente, los jóvenes y los viejos se regocijarán; yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los consolaré de su aflicción.

Evangelio según San Mateo 15,21-28.
Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio".
Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos".
Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel".
Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!".
Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros".
Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!".
Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada. 
Mt 15,21-28
Leer el comentario del Evangelio por 
Juan Taulero (hacia 1300-1361), dominico
Sermón 9
«Mujer, qué grande es tu fe»
     «¡Ten compasión de mí, Hijo de David!». Es un grito de auxilio de una fuerza inmensa... Es un gemido que viene como de una profundidad sin fin. Sobrepasa en mucho la naturaleza, es el Espíritu Santo quien debe proferir este gemido en nosotros (Rm 8,26)... Pero Jesús le dice: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel»... Pero, ¿qué ha hecho ella al ser así perseguida? ... Ha penetrado de manera todavía más profunda en el abismo. Abajándose, humillándose, ha mantenido la confianza y ha dicho: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos».

     ¡Ojalá también vosotros llegarais a penetrar de manera tan veraz en el fondo de la verdad, no a través de sabios comentarios, de grandes palabras, o con los sentidos, sino desde el verdadero fondo de vosotros mismos! Ni Dios, ni ninguna criatura podrá apretaros, anonadaros, si permanecéis en la verdad, en confiada humildad. Os podrán hacer soportar afrentas, menosprecios, repulsas, pero permaneceréis firmes en la perseverancia, y os adentraréis todavía más profundamente, animados de entera confianza y veréis aumentar todavía más vuestro celo. Todo depende de eso, y el que llega a ese punto, éste sale vencedor. Estos y sólo estos caminos conducen, en verdad y sin parada intermedia, hasta Dios. Pero perseverar hasta ese alto grado de humildad, con perseverancia, con entera y verdadera certeza, como lo hizo esta pobre mujer, son pocos los que llegan a él.



miércoles 04 Agosto 2010

San Juan María Vianney




El santo cura de Ars» (1786-1859)   Sacerdote diocesano, miembro de la Tercera Orden Franciscana, que tuvo que superar incontables dificultades para llegar a ordenarse de presbítero. Su celo por las almas, sus catequesis y su ministerio en el confesionario transformaron el pueblecillo de Ars, que a su vez se convirtió en centro de frecuentes peregrinaciones de multitudes que buscaban al Santo Cura. Es patrono de los párrocos.  
Ars tiene hoy 370 habitantes, poco más o menos los que tenía en tiempos del Santo Cura. Al correr por sus calles parece que no han pasado los años. Únicamente la basílica, que el Santo soñó como consagrada a Santa Filomena, pero en la que hoy reposan sus restos en preciosa urna, dice al visitante que por el pueblo pasó un cura verdaderamente extraordinario.  
Nacido en Dardilly, en las cercanías de Lyón, el 8 de mayo de 1786, tras una infancia normal y corriente en un pueblecillo, únicamente alterada por las consecuencias de los avatares políticos de aquel entonces, inicia sus estudios sacerdotales, que se vio obligado a interrumpir por el único episodio humanamente novelesco que encontramos en su vida: su deserción del servicio militar.   
 Terminado este período, vuelve al seminario, logra tras muchas dificultades ordenarse sacerdote y, después de un breve período de coadjutor en Ecully, es nombrado, por fin, para atender al pueblecillo de Ars. Allí, durante los cuarenta y dos años que van de 1818 a 1859, se entrega ardorosamente al cuidado de las almas. Puede decirse que ya no se mueve para nada del pueblecillo hasta la hora de la muerte.  
El contraste entre lo uno y lo otro, la sencillez externa de la vida y la prodigiosa fama del protagonista nos muestran la inmensa profundidad que esa sencilla vida encierra.   Juan María compartirá el seminario con el Beato Marcelino Champagnat, fundador de los maristas; con Juan Claudio Colin, fundador de la Compañía de María, y con Fernando Donnet, el futuro cardenal arzobispo de Burdeos. Y hemos de verle en contacto con las más relevantes personalidades de la renovación religiosa que se opera en Francia después de la Revolución francesa. La enumeración es larga e impresionante. Destaquemos, sin embargo, entre los muchos nombres, dos particularmente significativos: Lacordaire y Paulina Jaricot.  
Es aún niño Juan María cuando estalla la Revolución Francesa. Su primera comunión la ha de hacer en otro pueblo, distinto del suyo, Ecully, en un salón con las ventanas cuidadosamente cerradas, para que nada se trasluzca al exterior.   A los diecisiete años Juan María concibe el gran deseo de llegar a ser sacerdote. El joven inicia sus estudios, dejando las tareas del campo a las que hasta entonces se había dedicado. Un santo sacerdote, el padre Balley, se presta a ayudarle. Pero... el latín se hace muy difícil para aquel mozo campesino.
Llega un momento en que toda su tenacidad no basta, en que empieza a sentir desalientos. Entonces se decide a hacer una peregrinación, pidiendo limosna, a pie, a la tumba de San Francisco de Regis, en Louvesc. El Santo no escucha, aparentemente, la oración del heroico peregrino, pues las dificultades para aprender subsisten. Pero le da lo substancial: Juan María llegará a ser sacerdote.  
Por un error no le alcanza la liberación del servicio militar que el cardenal Fesch había conseguido de su sobrino el emperador para los seminaristas de Lyón. Juan María es llamado al servicio militar. Cae enfermo, ingresa en el hospital militar de Lyón, pasa luego al hospital de Ruán, y por fin, sin atender a su debilidad, pues está aún convaleciente, es destinado a combatir en España.    
No puede seguir a sus compañeros, que marchan a Bayona para incorporarse. Solo, enfermo, desalentado, le sale al encuentro un joven que le invita a seguirle. De esta manera, sin habérselo propuesto, Juan María será desertor. Oculto en las montañas de Noës, pasará desde 1809 a 1811 una vida de continuo peligro, por las frecuentes incursiones de los gendarmes, pero de altísima ejemplaridad, pues también en este pueblecillo dejó huella imperecedera por su virtud y su caridad.  
Una amnistía le permite volver a su pueblo. Juan María continúa sus estudios sacerdotales en Verrières primero y después en el seminario mayor de Lyón. Todos sus superiores reconocen la admirable conducta del seminarista, pero..., falto de los necesarios conocimientos del latín, no saca ningún provecho de los estudios y, por fin, es despedido del seminario. Intenta entrar en los hermanos de las Escuelas Cristianas, sin lograrlo.   
 El 13 de agosto de 1815, el obispo de Grenoble, monseñor Simón, le ordenaba sacerdote, a los 29 años. Había acudido a Grenoble solo y nadie le acompañó tampoco en su primera misa, que celebró al día siguiente. Sin embargo, el Santo Cura se sentía feliz al lograr lo que durante tantos años anheló, y a peso de tantas privaciones, esfuerzos y humillaciones, había tenido que conseguir: el sacerdocio.  
Durante tres años, de 1815 a 1818, continuará repasando la teología junto al padre Balley, en Ecully, con la consideración de coadjutor suyo. Muerto el padre Balley, y terminados sus estudios, el arzobispado de Lyón le encarga de un minúsculo pueblecillo, a treinta y cinco kilómetros al norte de la capital, llamado Ars.  
Todavía no tenía ni siquiera la consideración de parroquia, sino que era simplemente una dependencia de la parroquia de Mizérieux, que distaba tres kilómetros. Normalmente no hubiera tenido sacerdote, pero la señorita de Garets, que habitaba en el castillo y pertenecía a una familia muy influyente, había conseguido que se hiciera el nombramiento.  
Habrá algunas tentativas de alejarlo de Ars, y por dos veces la administración diocesana le enviará el nombramiento para otra parroquia. Otras veces el mismo Cura será quien intente marcharse para irse a un rincón «a llorar su pobre vida», como con frase enormemente gráfica repetirá. Pero siempre se interpondrá, de manera manifiesta, la divina Providencia, que quería que San Juan María llegara a resplandecer, como patrono de todos los curas del mundo, precisamente en el marco humilde de una parroquia de pueblo.  
No le faltaron, sin embargo, calumnias y persecuciones. Se empleó a fondo en una labor de moralización del pueblo: la guerra a las tabernas, la lucha contra el trabajo de los domingos, la sostenida actividad para conseguir desterrar la ignorancia religiosa y, sobre todo, su dramática oposición al baile, le ocasionaron sinsabores y disgustos. No faltaron acusaciones ante sus propios superiores religiosos.   
Sin embargo, su virtud consiguió triunfar, y años después podía decirse con toda verdad que «Ars ya no es Ars». Los peregrinos que iban a empezar a llegar, venidos de todas partes, recogerían con edificación el ejemplo de aquel pueblecillo donde florecían las vocaciones religiosas, se practicaba la caridad, se habían desterrado los vicios, se hacía oración en las casas y se santificaba el trabajo.  
Lo que al principio sólo era un fenómeno local, circunscrito casi a las diócesis de Lyón y Belley, luego fue tomando un vuelo cada vez mayor, de tal manera que llegó a hacerse célebre el cura de Ars en toda Francia y aun en Europa entera.   
 Y entre ellas se contarían gentes de toda condición, desde prelados insignes e intelectuales famosos, hasta humildísimos enfermos y pobres gentes atribuladas que irían a buscar en él algún consuelo.  
Aquella afluencia de gentes iba a alterar por completo su vida. Día llegará en que el Santo Cura desconocerá su propio pueblo, encerrado como se pasará el día entre las míseras tablas de su confesonario. Entonces se producirá el milagro más impresionante de toda su vida: el simple hecho de que pudiera subsistir con aquel género de vida.




Oremos  

Dios todopoderoso y lleno de bondad, que nos has dado en San Juan María Vianney un modelo de pastor apasionadamente consagrado  a su ministerio, concédenos, por su intercesión, dedicar como él nuestras vida a ganar para Cristo a nuestros hermanos por medio de la caridad y alcanzar, juntamente con ellos, la gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.