EVANGELIO DEL DÍA

martes, 23 de septiembre de 2014

Gallardón Abandona La Política - Gallardón dimite tras retirar Rajoy la ley del Aborto - ABC.es

Gallardón Abandona La Política - Gallardón dimite tras retirar Rajoy la ley del Aborto - ABC.es

«No he sido capaz de sacar adelante esta reforma», lamenta el ministro, que mantiene su «lealtad y confianza» al presidente

Gallardón dimite tras retirar Rajoy la ley del Aborto

«Vengo a anunciar mi dimisión». Así comenzó el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, su intervención ante los medios este martes, a los que había convocado de urgencia tras conocerse que el Gobierno guardaba en el cajón el anteproyecto de reforma de Ley del Aborto. [Así lo hemos contado en directo]

El comunicado de prensa puso en alerta a los medios de comunicación, y unos minutos después, fuentes solventes confirmaban a ABC que el ministro anunciaría su dimisión tras ver aparcado el proyecto al que había ligado su futuro político.

«Creo que es mi obligación, puesto que no he tenido capacidad de convertir en proyecto el anteproyecto de ley del aborto», continuaba Gallardón desde el Palacio de Parcent. El ministro adelantaba la que sería la tónica de toda su comparecencia: su responsabilidad por no haber podido sacar adelante la que fue la gran promesa electoral del PP y su «lealtad» con el presidente del Gobierno. «Esta es una decisión que debe entenderse con absoluta naturalidad. Mi lealtad y confianza en Mariano Rajoy siguen intactas. No soy, en estos momentos, la persona adecuada para sacar adelante con convicción la nueva forma de regulación del aborto anunciada por el presidente del Gobierno», continuaba.

«Era yo el que estaba equivocado» cuando aseguraba que el anteproyecto de ley del aborto vería la luz y ponía incluso fecha, «pero lo que decía, lo decía con convicción», ha aseverado. En este tiempo, muchas han sido las voces que desde dentro del partido han criticado la reforma del Aborto. Incluso todo apuntaba a que la decisión de Rajoy de aparcar la medida podía interpretarse como una desautorización al ministro. «En política, hay que agradecer las compañías y estar preparado para las soledades», se lamentaba Gallardón. «No tengo ningún reproche que hacer a ningún compañero de Gobierno», repetía. «Más que desautorizado, siento que no he sido capaz de cumplir el encargo del Gobierno. No busco derivar responsabilidades», se excusaba.

Gallardón ha explicado que el presidente del Gobierno le comunicó que retiraría el anteproyecto el viernes de la semana pasada, pero no fue entonces cuando comprendió que éste no vería la luz, sino algo antes, a principios de agosto. Sin embargo, el responsable de Justicia no quería marcharse sin dejar preparados los recursos del Gobierno contra la consulta ilegal que convocará Artur Mas. «Una vez cumplido ese trabajo, he tenido la libertad para tomar la decisión que estoy tomando», ha explicado.

Pero Gallardón no sólo deja la cartera de Justicia, sino que ya no ocuparía su escaño en el Congreso de los Diputados, ni sus cargos dentro del Comité Ejecutivo del Partido Popular. «Dije cuando dejé el Ayuntamiento que este sería mi último puesto», y así será. «Mi permanencia en el PP es mi principal activo en política y seguirá siempre; pero se quedará ahí», señalaba para indicar que aunque dejaba todos sus cargos en el partido, mantendría su militancia.

Durante su despedida, por momentos emotiva, Gallardón ha querido tener palabras para su padre, a quien ha atribuído todos sus logros políticos: «Nada de esto ha sido por méritos míos, sino por un consejo que seguí de mi padre: 'Rodéate siempre de gente mejor que tú y así a lo mejor consigues ser tan buenos como ellos'. Es lo que he hecho siempre, y no es una afirmación gratuita. Mi último equipo lo acredita. Quiero expresaros mi gratitud».

Otro de los momentos en los que la calmada voz del ministro parecía quebrarse fue al mencionar a su hijo Ignacio, presente en la rueda de prensa. El ministro aseguraba que estaba «en deuda» con la profesión, pero también con su familia, una deuda que esperaba «empezar a saldar».

Gallardón se va, pero «no hay vacíos en política. Otras generaciones vendrán», como él mismo ha dicho. «Yo tuve el honor de suceder a una generación formidable, la de la Transición», ha expresado. El todavía ministro de Justicia asegura no tener decidido que hará, pero sí que no asumirá «ningún puesto de responsabilidad política». La ley que fue su mayor apuesta política se quedará guardada en un cajón. «En la vida no se alcanzan todos los éxitos. ¿Eso debe producir amargura? Soy lo suficientemente optimista como para pensar que esta tarea ha merecido la pena», ha dicho.



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Padre Pio - El Hombre - Biografía

Padre Pio - El Hombre - Biografía

Padre Pio - El Hombre - Biografía

« En cuanto a mí,¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! » (Gal 6, 14).

Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir «con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.

Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.

El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.

Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.

Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.

En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la «Casa del Alivio del Sufrimiento», inaugurada el 5 de mayo de 1956. Para el Siervo de Dios la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: «En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios». La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.

Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.

El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.

Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios. Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto.

Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones de las Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.

Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.

Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio de tanta admiración del mundo, repetía: «Quiero ser sólo un pobre fraile que reza».

Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente, en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente.

La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. La concurrencia a su funeral fue extraordinaria.

El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de la muerte del Siervo de Dios, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: «!Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era un sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento».

Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas.

En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y a toda clase de personas.

De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio «Sanctitas Clarior» concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso Peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.

El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.

Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino, de Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997 y fue reconocida su validez con decreto del 26 de septiembre de 1997. El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio, siendo Ponente Mons. Andrea M. Erba, y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.

El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia‑Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización.

(Biografía del Vaticano)



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Cuando al cura le dicen «buen sermón» es que no era bueno: los consejos del reverendo Perry - ReL

Cuando al cura le dicen «buen sermón» es que no era bueno: los consejos del reverendo Perry - ReL

Cuando al cura le dicen «buen sermón» es que no era bueno: los consejos del reverendo Perry

En ámbitos protestantes, y probablemente aún más en ámbitos católicos, escasean los buenos predicadores.

Cualquier encuesta parroquial o diocesana sobre los problemas de la iglesia señalan como problema número uno los sermones aburridos, irrelevantes y sin sustancia.

El reverendo J. Perry Smith, pastor episcopaliano (anglicanos de EEUU) semi-retirado y autor de "The Unlikely Priest" (Padre Nuestro Books, 2011) ha publicado un artículo en The Wall Street Journal señalando lo que ha aprendido de buenos y malos predicadores. De hecho, señala que pastores muy populares pueden ser predicadores muy malos. En cambio, alaba al Papa por sus homilías eficaces y directas. Este es el artículo que hemos traducido en ReL.

Los elementos estilísticos del sermón

 "¡Un buen sermón!" es tal vez el peor elogio que puede recibir un predicador. Dicho por mera cortesía en el mejor de los casos, "un buen sermón" significa que lo que has dicho probablemente no ha sido escuchado, entendido o no era relevante.

"Tu sermón me ha emocionado o me ha desconcertado". "Me estabas hablando a mí". Estos son los elogios que nosotros, predicadores, queremos oír.

Incluso agradecemos un debate sobre el contenido del sermón porque demuestra que alguien estaba escuchando.

Predicar es realmente difícil, y muchos practicantes no tienen ni idea de lo que es meterse en la preparación de un sermón. A lo mejor los predicadores no deberían preocuparse, pero se decepcionan cuando se dan cuenta de que mucha gente piensa que nosotros lo único que hacemos es predicar los domingos y poco más.

Hay predicadores que esperan hasta el sábado por la noche por preparar sus sermones: o bien tienen mucho talento o son estúpidos y perezosos.

El fallecido Dunstan Stout, un sacerdote católico, capellán de la comunidad estadounidense en Ciudad de México, era el mejor predicador que he oído nunca.

Le conocí a mediados de los años Sesenta; sus homilías duraban entre cuatro y seis minutos, eran contundentes e incluso recriminatorias y todos en la iglesia creían que les estaba hablando directamente a ellos.

"Cualquier homilía que dure más de ocho minutos es demasiado larga", me dijo una vez.

"Cualquier homilía que dure menos de cuatro minutos es demasiado corta. Una homilía o sermón debe centrarse en el Evangelio y debe ser relevante para los oyentes".

Su regla final sobre la predicación era: "Nunca digas nada desde el púlpito que tú no creas".

Los predicadores, pasados y presentes, violan las reglas del padre Stout. Sospecho a veces que el problema de estos predicadores es la pérdida de fe en el Evangelio, por lo que recurren a sus propias ideas. Se oyen predicaciones sobre asuntos de justicia social y de política de todo tipo, pero poco o nada del Evangelio.

Pero también los que creen verdaderamente pueden predicar de una manera mediocre, e incluso mala.

No hay forma de predecir en qué momento oirás predicar así. Hace unos doce años, en la Catedral Nacional de Washington, el Reverendo Jesse Jackson dio uno de los peores sermones que he oído nunca. Habló durante 45 minutos. ¿Alguien sabe de que estaba hablando? Me fui.

A la inversa, en la misma Catedral de Washington poco tiempo después, pude escuchar uno de los mejores sermones que he oído nunca. Lo pronunció el Reverendo Michael Curry, de la Iglesia Episcopaliana, antes de ser obispo, con la pasión de los antiguos evangelizadores itinerantes de carpa, pero con una teología sólida, haciendo que la Escritura fuera real para sus oyentes.

La religión de los viejos tiempos sigue estando aquí, con nosotros. Los predicadores evangelizadores itinerantes nacieron de las reformas de los Despertares y, en particular, en los Estados Unidos del siglo XIX. Se les oía más allá de Appalachia y el Sur. Tuve que soportar a algunos de los mejores de Appalachia en mi primera juventud, allá por los años Cincuenta. Odiaba este modo de predicar porque era gritón, emotivo y participativo, y pedía la conversión inmediata.

[Appalachia es una región cultural de los EEUU que se extiende desde la zona sur de Nueva York hasta el norte de Alabama, Mississippi y Georgia. "Despertares" traduce el término en inglés "Great Awakening" que se utiliza para referirse a diversos periodos del avivamiento religioso en la historia religiosa de Estados Unidos, guiados por los ministros protestantes evangélicos y caracterizado cada uno de ellos por un aumento del entusiasmo religioso, ndt]

"¿Estás salvado? ¿Declaras que Jesucristo es tu salvador personal? ¿Has recibido el Espíritu Santo?" Todos eran anatemas para mí. La intromisión y la exhibición pública, junto al drama extático, violaban mi sensibilidad de niño de 10 años.

Este estilo de predicación "aspirado", como se le llamaba en algunas partes de Appalachia cuando yo era joven, está vivo y goza de buena salud. Basta sintonizar el dial AM en el Cinturón bíblico para oirlo.

[El "Cinturón bíblico" es el nombre informal de la región del sudeste y centro-sur de los EEUU, donde un protestantismo evangélico socialmente conservador es parte significativa de la cultura y donde la participación en la iglesia cristiana de denominaciones distintas es normalmente más alta que la media nacional, ndt].

O puedes alquilar la película de 1997, "El Apóstol", con Robert Duvall en el papel del "Apóstol E.F.", actuación con la que captura con exquisito detalle la actitud y el comportamiento arquetípico de este tipo de predicador. La cadencia del Sr. Duvall, su carga emotiva, su ritmo cuando habla, son algo increíble de ver.

Actualmente, algunos de los perfiles más altos de predicadores del país corresponden a los guías de las megaiglesias sin denominación.

Entre ellos destaca Joel Osteen, el popular proveedor de lo que se conoce como Prosperity Gospel [evangelio de la prosperidad]. Atrae a los oyentes con su ancha sonrisa, su bonito cabello y su aparente sinceridad. No es un buen predicador: es de guión, es firme, está formado en los medios de comunicación y repite como un mantra que Jesús te ama y por este motivo todo irá bien.

Sin embargo, el Prosperity Gospel mezclado con psicología pop atrae: cuando vamos a la iglesia queremos que nos animen y sentirnos bien con nosotros mismos. El Sr. Osteen saca el máximo rendimiento a esto, enriqueciendo a su iglesia y a él mismo.

Esto es cristianismo solamente de nombre en su máxima expresión, y vende porque es la salvación sin dolor y sin sufrimiento. Además hay canguro gratis, música estupenda y mucho café en el vestíbulo.

Pero la verdad es que el Sr. Osteen, como muchos predicadores, y en particular los que como nosotros estamos en las confesiones tradicionales, es realmente aburrido. Nuestro mensaje "Jesús te ama," aunque es verdad, no va muy lejos. Nuestro mensaje está estancado.

La Escritura tiene que revivir, prender fuego al corazón y tener significado en la vida de la gente para que aprendan a amar a Dios y crecer en la fe.

Un predicador que sabe como dar un sermón así es el Papa Francisco. Ha cautivado la imaginación del mundo, en parte porque él vive el Evangelio, pero también porque ha entendido la brevedad y la relevancia.

Los aspectos más asombrosos de Francisco son su autenticidad y su habilidad para conectar apasionadamente con la gente.

Claramente él cree lo que dice y hace lo que cree. Cada sacerdote, cada pastor debería aprender de él. Nuestra predicación tal vez mejoraría y quizá nosotros nos convertiríamos en mejores cristianos.

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)


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